La verdad nunca se apaga

La columna vertebral de todo medio de comunicación la constituyen sus editoriales, es decir los principios y opiniones que sustentan y defienden sus editores. En el caso de “Oiga”, la sección editorial tuvo siempre una expresión clara y rotunda, no solo enjuiciando sino dando alternativas. La búsqueda de los ¿por qué? Siempre preocuparon a Igartua y sus colaboradores, sin dejar de lado –por supuesto- el ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? que configuran al buen periodismo. Las palabras, como las promesas, suelen ser efímeras en boca de algunas personas; los editoriales de Oiga, en cambio, permanecen aún incólumes, vigentes, con la plenitud de su carga testimonial para incomodidad de muchos protagonistas de la escena política, porque si bien Igartua ya ha muerto su palabra aún vive.

lunes, 10 de agosto de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - MANTILLA Y LA COCINA ELECTORAL - Revista Oiga

AL momento de escribir estas líneas -sábado en la mañana-, el ministro del Interior, Máximo A. Mantilla, estaba a la espera de que su renuncia irrevocable dejase de tener ese carácter y terminara revocada por presión de sus huestes y por renovada confianza presidencial. Para algo se es fiel secretario y confidente. A eso apuntan las movilizaciones de los empleados del ministerio y altos jefes de la policía -o sea los subordinados de Mantilla y los usufructuarios de la apristización policial-; a eso aspiran las declaraciones de los principales líderes apristas, capitaneados por Luis Alberto Sánchez, el más baquiano de ellos en jugarretas electorales, de esas que él tanto necesita ahora que -en circunstancias calamitosas- vuelve a aspirar a la vicepresidencia y al Senado; jugarretas para las que será indispensable disponer del ministerio del Interior y de un ministro despierto e incondicional, bien enterado, como Mantilla. La renuncia irrevocable de Máximo A Mantilla tiene olor, sabor y color a maniobra para quedarse. Es copia casi fiel de la reciente del ministro de Defensa. En ella, detrás de la palabra definitiva de cualquier renuncia en serio, está reseñado previsoramente el castigo ejemplar e instantáneo dado a los responsables policiales de la plaza y colocado el preciso "yo no estuve en Lima" a la hora de los lamentabilísimos hechos. (¿No estuvo?).

Lo que sí se cuida de no explicar el ministro Mantilla es por qué los guardias callejeros estaban ese día armados de escopetas con perdigones, armamento que, por su peligrosidad, había sido prohibido por su antecesor en el cargo. Tampoco dice quién revocó esa orden, ni aclara si él, hombre en extremo meticuloso, sabía cuáles eran las disposiciones que regían para los custodios de la Plaza de Armas y si esas disposiciones tenían o no su visto bueno.

Máximo A Mantilla renuncia "irrevocablemente" lavándose con sumo cuidado las manos para estar listo a revocar su carta y agradecer la reiterada confianza del presidente Alan García, su amigo, y el apoyo interesado de Luis Alberto Sánchez, de los otros candidatos apristas, de sus subordinados del ministerio y de los jefes de la policía, quienes al acompañar al ministro en su renuncia no hacen otra cosa que inmiscuirse en decisiones políticas y probar hasta qué punto ha sido politizada esa institución por el Apra.

Pero ¿importa mucho que las renuncias irrevocables de los ministros apristas sean revocables? ¿Vale la pena que perdamos el tiempo en criticar conductas tan incorrectas? No. Así son los apristas. Así han sipo siempre; desde sus épocas aurorales -que ellos dicen-; desde las renuncias en blanco entregadas por los parlamentarios de Apra al supremo líder, Haya de la Torre, ante las multitudes congregadas en la Plaza Manco Capac; desde los silencios impuestos por la disciplina partidaria -bloqueos mentales más que parálisis de la palabra- cuando, en distintas épocas, quedaron regadas con sangre la Plaza San Martín, el Hipódromo, la avenida Perú; desde las dictaduras parlamentarias impuestas por Haya de la Torre al gobierno del doctor José Luis Bustamante y Rivero, en los años cuarenta, y al presidente Belaúnde en los años sesenta. Así fue siempre el Apra, disciplinada, obediente, hasta para incumplir la palabra empeñada.

Lo que alarma es que la oposición, principalmente la oposición democrática, siga sin advertir la importancia que tiene la presencia, en pleno proceso electoral, del otro yo del presidente García en el ministerio del Interior, en el ministerio del orden público, el más estrechamente vinculado a las elecciones. Se denuncia al presidente, con razón, por intervenir en el proceso como si fuera un candidato más, dedicado a tratar de contener a Vargas Llosa; y, a la vez, con candorosidad sin nombre, con ingenuidad de capirote, se cae en la debilidad de dejarse convencer por la inteligencia del señor Mantilla y admitir que él es el mejor combatiente contra el terrorismo, el más capacitado para ese fin, el irreemplazable en el comando antisubversivo. De allí que, ahora, la oposición democrática no haya atinado a reaccionar adecuadamente, con energía y los ojos abiertos, cuando un grave error de su policía lo obliga a Mantilla a presentar de inmediato una renuncia irrevocable que calme los ánimos caldeados por los perdigonazos y le permita al presidente maniobrar para que su ministro, el hombre de su suprema confianza, siga al frente de la cartera desde donde se va articulando la estrategia electoral aprista.


Hay que ser ciegos para no ver lo que se ve por todos lados: la voluntad presidencial de enturbiar a como dé lugar el proceso electoral. Este es, hoy en día, el objetivo central del Apra -ensuciar la victoria indetenible de Vargas Llosa- y de tal objetivo es importantísima pieza el señor Máximo A. Mantilla. Porque él no es un secretario más sino el secretario, el confidente, el partícipe de los íntimos secretos presidenciales. Apuntar, pues, con motivo de la renuncia irrevocable del ministro del Interior, al ministro de Economía o al de Relaciones es disparar al aire, es colaborar a la confusión, es actuar, por ceguera, en beneficio del objetivo aprista. Nada se va a arreglar o desarreglar porque sea o no Vásquez Bazán el ministro de Economía o Larco Cox salga o se quede en Relaciones. El presidente Alan García seguirá siendo el orientador, conductor y ejecutante en esos ministerios, sean quienes sean los ministros. A un régimen como el de Alan García, a la hora de la despedida, no hay cómo obligarlo a que cambie su política económica o a que varíe su orientación internacional. Todo seguirá igual con un ministro aprista o un independiente, con un sabio o un ignorante. Distinto es que la oposición lograra, en este momento, que el ministerio del Interior, el de la cocina electoral, pasara a manos de un hombre de consenso y el presidente García se quedara sin el hábil y ya experimentado cocinero del chifa que él y su cocinero principal vienen elaborando para las próximas elecciones. Se abrirían esperanzas de que el proceso electoral no se seguirá enturbiando. Pero si no hay presión, y a fondo, Mantilla seguirá de ministro. ¿Apostamos?

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ¿Y SI GANAMOS LA GUERRA? - Revista Oiga

CUANDO estábamos a punto de cerrar este año y nos disponíamos a celebrar, casi sin sombras, el derrumbe del muro de Berlín y la ideas chatas que esos pintarrajeados bloques de cemento simbolizaban; cuando nos disponíamos a celebrar, como noticia del año, el triunfo de la libertad, de la rebeldía del ser humano, del individuo de carne y hueso, frente al estado totalitario y a la masificación gris del comunismo; cuando nos regocijábamos viendo a Alexander Dubcek, con la figura doblada por el tiempo y la sonrisa nublada por la nostalgia, recibir en la plaza de Wenceslao el homenaje de su pueblo, de aquellos hombres y mujeres que hace veintiún años alzaron en ese mismo lugar su esperanza de libertad y terminaron masacrados por los tanques; cuando por todas partes volvía la primavera con rostro humano y nos hacía olvidar un tanto las desventuras del desastre peruano; cuando en Chile la sensatez popular le abría, sin estridencias, el paso a la democracia, de pronto, brutalmente, irrumpen las tropas' yanquis en Panamá y el panorama internacional se ensombrece. La torpeza yanqui, como si fuera un elefante en una tienda de cristales, a lo bestia, nos recuerda que el mundo no puede ser tan hermoso, que las primaveras son pasajeras.

Lo que ha hecho Estados Unidos en Panamá no tiene nombre. No es un error político, no es un fallo diplomático.

Es una estupidez. Es un desborde de prepotencia que ni siquiera fue bien ejecutado, ya que el propósito principal, la captura de Noriega, se les fue de las manos. Por culpa yanqui, el pintoresco dictadorzuelo panameño, el pícaro traficante de drogas y espionaje, podría adquirir para muchos panameños y centroamericanos aureola de rebeldía heroica. La tontera yanqui, que dejó fracasar semanas atrás la rebelión de los militares panameños, al negarles un helicóptero para extraer a Noriega del lugar donde lo tenían prisionero, ahora, el ingresar a sangre y fuego por las calles de Panamá, ha puesto en riesgo la victoria de Violeta Chamorro en Nicaragua y ha fortalecido la moral de la guerrilla en El Salvador. Lo que ha hecho Estados Unidos en Panamá es echar gasolina al fuego centroamericano. ¡Difícil llegar a tanta tontera!

No hay justificación alguna para que los Estados Unidos se autoconfieran el derecho a intervenir en otros Estados o se sientan en la obligación de ser la policía del mundo. El orden jurídico internacional -que es lo que han violado las tropas norteamericanas en Panamá obliga por igual a todos los países de la tierra y ninguna legislación nacional, por muy respetable y poderosa que sea, puede sobreponerse a él. No hay justificación moral cuando de por medio hay un crimen jurídico. Admitir lo contrario es retomar al primitivismo selvático, a la ley del más fuerte, a la barbarie.

Planteada claramente esta premisa, que condena sin atenuantes la torpe irrupción armada de los Estados Unidos en la liliputiense Panamá, sí podemos pasar a enfocar otros aspectos de este triste episodio, dramático para nosotros los latinoamericanos que, impotentes, debemos presenciar los abusos de Goliat, porque ¿qué otra cosa podríamos hacer si nosotros apenas tenemos la razón y ellos tienen la fuerza?

Por lo pronto, debemos reconocer que los gobiernos latinoamericanos jugaron demasiado con ese "apenas" de razón que no nos falta y no quisieron o fueron incapaces de hallar solución al problema panameño creado por el desvergonzado dictador Noriega. La OEA volvió a probar que es una cuerda de equilibristas inútiles y, sin querer queriendo, en lugar de cancelar el bochornoso espectáculo que ofrecía Noriega resultó respaldándolo, al hacer del tiranuelo -que ni siquiera ostentaba título de jefe de gobierno- un interlocutor válido. Sin querer queriendo, tratando de hacer magia, la OEA jugó a la diplomacia boba y nada resolvió. Todo lo dejó en el limbo. Y ese es el vacío que, torpe, brutalmente, han llenado las armas norteamericanas, llevándose de encuentro, al paso, todos los basamentos de las relaciones interamericanas.

Frente a tan trágicas circunstancias -de las que no son inocentes-, con escasos recursos a la mano, prácticamente inermes, se encuentran hoy los países latinoamericanos. Y dentro de esta realidad es como están obligados a actuar sus gobiernos. Con sobriedad, con sensatez, con serenidad. Y no es seria la reacción teatral de nuestro presidente, quien, desmelenándose, trata de ser el protagonista principal en la tragedia. Bien está la protesta rotunda -a pesar de sus silencios frente a los asesinados en Beijin, en Rumania, en Corea del Norte-, bien la denuncia de esa burla de tratado llamado TIAR y bien la exigencia de que las armas norteamericanas se retiren de Panamá, pero no tiene sentido la retirada de nuestro embajador en Washington, es de pantomima el izamiento en Palacio de la bandera panameña -que en las actuales circunstancias pareciera de adhesión al tiranuelo fugitivo-, y resulta desproporcionado y hasta cómico que el presidente García se rasgue las vestiduras y acuse de Felipillos a sus colegas del continente porque, al parecer, habría habido "consultas" entre Washington y algunas capitales latinoamericanas antes o al tiempo de la invasión a Panamá. Está mal, por inútil, el tono tremendista de sus declaraciones antiyanquis y está muy mal su intención manifiesta de hacer barata política interna con los desgraciados sucesos de Panamá.

El presidente García, en estos días, pareciera personaje de otros tiempos, de otra galaxia. Como niño con juguete nuevo, nos quiere hacer creer, a su regreso de las Galápagos, que sería fecunda la integración de miserias. Sin advertir el tamaño de Japón, se atreve a afirmar que "sólo en la medida de América Latina puede pensarse en una tecnología de avanzada cibernética". Y como si la realidad la estuviera fabricando él, alega que nosotros nos hemos impuesto al FMI obligándolo a obedecer nuestros programas. ¿A dónde nos llevará el presidente García con la desventura panameña? Esperemos que no sea a la guerra con Estados Unidos porque, dentro de la dimensión alaniana, correríamos el riesgo de ganarla. Y después ¿qué?.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - EL CONTRABANDO DE LA ARMAS NORCOREANAS NO ES FANTASÍA COMO LA AUTOGESTIÓN BANCARIA - Revista Oiga

YA no se sabe en qué mundo estamos. Muchas veces nos hace falta pellizcamos la piel para cerciorarnos de que no vivimos en los terrenos de la fantasía, entre sueños y éter, entre la irrealidad y el limbo. Porque lo que está ocurriendo aquí, en nuestra patria, en el Perú, no es cuento de hadas o de malignos, aunque así lo parezca. Por ejemplo -el hecho ha sido fotografiado-, es cierto que el presidente Alan García está distribuyendo ya, en cantidades precisas, los dólares -no intis- que producirá el gas de Camisea. No hay todavía contrato, no hay siquiera certeza de las cantidades de gas y petróleo que se hallarán, no es posible adivinar el precio de esos productos en la fecha en que comience la explotación, pero ya el joven doctor Alan García -sin bola de cristal ni turbante en la cabeza- ha decidido darle al Cusco, exactamente, mil millones de dólares a cuenta de las utilidades futuras de esos futuros gases. ¡EI cuento de la lechera resulta cuestión pedestre al lado de tan fantasiosa realidad!

¿Quieren, amigos lectores, otro ejemplo del mundo inaprehensible, de ficción, en que vivimos? También está a la mano, a la vista. Es el caso de la banca. Se hizo un enredo gigantesco para despojar a los banqueros sin que pareciera despojo. Pero el enredo fue creciendo y creciendo hasta llegar a un punto en que, para convertir en victoria su derrota, el gobierno descubre que lo que fue malo ayer hoy es bueno y viceversa o al contrario -que es lo mismo-; con lo que el despojo queda consagrado y se abre un futuro incertísimo para la banca y la finanzas nacionales. Porque la "solución" hallada o es una farsa montada de acuerdo con los despojados o es un paso adelante en la socialización a la velasquista del Perú. Los años y quién sabe los meses nos dirán si OIGA estuvo o no en lo cierto cuando advirtió que, por el camino que se seguía -escuchando los consejos del inteligentísimo Silva Ruete-, la banca y las finanzas terminarían haciéndoles la competencia en baja productividad, corrupción y quiebras a las cooperativas azucareras.

Mientras tanto quedan sin respuesta estas tres preguntas:


Si uno de los problemas nacionales claves es la ineficiencia, ¿por qué se inicia la reforma empresarial creando primero el caos y luego la incertidumbre en el sector más eficiente?

¿Por qué tantas vueltas y revueltas si íbamos a terminar en el punto de partida?

¿Quién asumirá el pasivo generado por estos largos meses de indecisión en el "fallo" gubernamental y de parálisis de las actividades bancarias en las instituciones afectadas? Se dirá que el gobierno; sin entender todavía que, a la hora del gasto, el gobierno somos todos y que entre todos los peruanos debemos pagar los desaciertos del gobierno. Aun aquellos que puedan ser premeditadamente cometidos, con claro propósito futuro: como la prórroga presidencial frente al desorden, que es la obsesión que tendría en mente nuestro joven mandatario.

Pero no es éste el tema que teníamos planeado tocar esta semana. Nuestra intención era y es no editorializar sobre fantasías -que desgraciadamente son concretas a la hora del daño- sino tocar una cuestión que es de vital importancia para OIGA, porque con ella se pretendía poner en duda la credibilidad de la revista, sembrar desconfianza en contra nuestra.

Se trata del tema de las armas que el ministerio del Interior introduce en el país sin coordinación ni visto bueno de la Fuerza Armada. Asunto gravísimo para la seguridad nacional y para la democracia, que OIGA viene denunciando solitariamente desde hace dos años y que un desliz del ministro Barsallo ha puesto al rojo vivo.

Creyéndose en otro país, el ministro del Interior olvidó el carácter autocrático de su gobierno y quiso meter su cuchara en un tema que sólo conocen en profundidad el viceministro -que es el hombre de confianza del presidente Alan García- y el hermano del viceministro, que es quien compra las armas a espaldas del ministro y de la Fuerza Armada. El doctor Barsallo, por dárselas de enterado y por creerse ministro, abrió la boca y le dió carácter oficial, por medio de comunicado público, a la versión que OIGA denunciaba. Versión falsa que, al oficializarse, hizo que la Fuerza Armada se viera obligada a desmentir al ministro del Interior, al que la totalidad de la prensa hablada y escrita le había dado credibilidad, quitándosela a OIGA.

La respuesta inmediata de la Fuerza Armada, casi escondida por el periodismo, a excepción de "Expreso" y "Canal 5", es muy precisa y respalda la credibilidad de esta revista: las armas transportadas por el "Sabogal", de Norcorea al Callao, llegaron a nuestro primer puerto sin que la Fuerza Armada supiera nada de ellas, sin que hubiera aviso oportuno alguno a las autoridades militares, como falsamente había afirmado el comunicado de la gente de Mantilla. Sólo días después el ministerio del Interior informó del embarque al ministerio de Defensa, por medio de un télex que tardó ¡dos días! en recorrer doce cuadras de la urbanización San Borja. ¡A esa velocidad cualquier guerra estaría perdida desde ahora!

También aclara la Fuerza Armada que un Decreto Supremo -como el elaborado por el Apra para obviar la vigilancia militar en la compra de armas- no es válido frente al Decreto Ley que dispone ese control. Más todavía. Añade que el mismo Decreto Supremo mencionado diferencia entre Orden Interno y Defensa Nacional y no autoriza la compra de armas sin visto bueno militar cuando éstas son para la Defensa, cuando son armas de combate como los Kalashnikov norcoreanos adquiridos en Norcorea por el hermano del viceministro del Interior; viceministro que es hombre de máxima confianza para el doctor Alan García.

Pero, en fin, este es tema largo que tocaremos con amplitud en las páginas que siguen. Dedicadas unas a las fantasías bancarias de estos ellas y otras al preocupante destino de los fusiles norcoreanos.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ¿A DÓNDE VAMOS? - Revista Oiga

COMENZAREMOS por puntualizar, contra lo que muchos piensan, que el presidente Alan García hizo bien en viajar a Montevideo. No porque una reunión de club -sea de periodistas o rotarios- amerite un viaje presidencial, sino porque, una vez decidida y anunciada tan insustancial visita, hubiera tenido resonancia muy adversa para el Perú la inasistencia de nuestro presidente a una asamblea que reunía a la flor y nata del periodismo mundial; más aún cuando el motivo de la ausencia era inocultable: una huelga de la policía, acompañada de disparos en las calles de Lima.

Hizo bien, pues, el presidente García en no suspender su viaje a Montevideo. Resguardaba así la imagen del Perú, ya seriamente dañada con tan pocas edificantes noticias. Pero hizo muy mal en presentarse ante la resonante asamblea echándole la culpa de su tardanza a la brutalidad de los militares peruanos. Porque no otra cosa significa su alegato de que él personalmente tuvo que dejar todo arreglado para que no volviera a ocurrir otro baño de sangre en Lima, al estilo del aplastamiento policial de 1975 o de la reciente masacre de los penales. Deseaba el presidente García dar a entender que si él personalmente no disponía de los detalles, cualquier salvajada podía ocurrir. Sobre todo quería exculparse ante la opinión pública internacional de las matanzas de El Frontón y Lurigancho. Y es posible que lo haya logrado, que haya enterrado a su más molesto fantasma, ya que el periodismo europeo y norteamericano es proclive -sin que le falten argumentos- a ser benévolo con las autoridades civiles y no con las militares. Más aún: debió tener resonancias patéticas la soplada de pluma, ya que las excusas se pronunciaban en el Río de la Plata.

Cumplido su objetivo principal -limpiarse las manchas de sangre ante los ojos de la prensa norteamericana y europea-, pasó luego a rendir homenaje a la libertad de prensa y a explicar los alcances de la guerrilla en el Perú. No tenemos conciencia, dijo, de la gravedad ni de la naturaleza de esta guerrilla. No tenemos conciencia, insistió el presidente García, de la necesidad de unir esfuerzos para combatir la subversión.

Pero aquí viene la gran pregunta del día: ¿qué hace el Apra para crear esa conciencia nacional?

Y la respuesta es decepcionante. No se puede crear conciencia sobre la gravedad del problema subversivo cuando el gobierno del presidente García habla de pluralismo y democracia, de irrestricto respeto a la libertad de prensa, de socialismo con libertad -al estilo europeo-, cuando dialoga cortésmente con el periodismo liberal en Montevideo; y a la vuelta de la esquina se reúne con los cabecillas del terrorismo mundial, ante quienes habla de la lucha por la liberación, de los gobiernos populares y antiimperialistas, de socialismo -sin añadidos de libertad-, de hermandad con gobiernos que no respetan el voto de sus ciudadanos y en los que es hábito torturar y encarcelar a los disidentes.

No puede haber conciencia de nada cuando es la demagogia la que convoca al acuerdo nacional; cuando las palabras se usan para engañar y no para convencer; cuando se dice una cosa y se hace otra, muchas veces al revés.

No es viable conciencia nacional alguna cuando -más que nunca- el capricho del poder y no el respeto a la ley es lo que impera; cuando las instituciones no son fortificadas sino que van siendo doblegadas por el Ejecutivo; cuando la honra de las personas está a merced de la prensa oficial, de la semioficial y de la domesticada por el gobierno.

Cierto es que hay posibilidad de hacer conciencia nacional sobre la gravedad de la hora, pero el debate económico de la semana pasada en el Senado, por ejemplo, sólo fue golondrina que no hace verano, fue excepción a la constante prepotencia aprista. En esas breves horas quedó probado -salvo algunas impertinencias de mal gusto- que el diálogo crítico es posible y que seria fecundo. Desgraciadamente los titulares de los diarios oficiales, al día siguiente, nos volvieron a recordar la intemperancia aprista, su desprecio al intercambio de pareceres, su agresivo complejo de Adán.

Pero, sobre todo, ¿de qué conciencia nacional podemos hablar si no sabemos adónde vamos, adónde nos lleva el Apra o el doctor Alan García, ya que tampoco está claro que el Apra y el presidente García piensen en un mismo "futuro diferente".

En este gobierno, amante del espectáculo y, al parecer, amigo de la ambigüedad, las palabras y los hechos no van por el mismo carril y se nos hace imposible descubrir el destino que el Apra o Alan García le tiene reservado al Perú. El discurso de Montevideo, ante el periodismo liberal, promete un futuro pluralista, respetuoso de la crítica, con alternancia en el poder y prensa libre. Mientras que la diplomacia que Alan García viene diseñando, medio en secreta, con Alfonso Barrantes –como canciller en la sombra-, sería el polo opuesto a las palabras soltadas al viento en Uruguay. ¿No saben, por ejemplo, los doctores García y Barrantes -doctores más en política que en leyes- que el reconocimiento, con intercambio de embajadores, de la fantasmal República Saharaui significa apoyar una salida soviética al Atlántico, colocar una base rusa en un punto estratégico de la OTAN, justo en la línea que divide el sur y el norte del Atlántico? ¿No saben que ese paso significa alinearse con Argelia y Libia, santuarios del terrorismo internacional, y con los países africanos títeres de la Unión Soviética? ¿No saben los doctores García y Barrantes que al abrir relaciones plenas con esa República sin territorio le están pisando los callos a Europa y los Estados Unidos? ¿Podrían explicar por qué el Perú se ha de dar esos trotes?

Y otra pregunta para terminar: ¿qué intereses son los que unen el doctor Barrantes con el presidente Alan García?

Para responder habría que tener en cuenta que el doctor García sabe muy bien que cuando el comunismo accede al poder jamás lo suelta y que Barrantes no desconoce que nadie hace los esfuerzos que está haciendo Alan García para ser elegido presidente de los No Alineados y dejar casi de inmediato que su sucesor sea quien saboree el triunfo.

No hace falta Casandra para sospechar la respuesta.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - RESPONSABILIDAD HISTÓRICA DE BELAÚNDE Y BEDOYA - Revista Oiga

DICEN los entendidos que no somos una sociedad violenta y, para probar lo dicho, comparan al Perú con Colombia, El Salvador, Guatemala. Comparación de la que, según ellos, salimos más o menos bien parados. Pero lo cierto es que, al margen del discurso dialéctico, la violencia crece y crece en las distintas regiones del Perú. Hay cada vez más tensión en las relaciones personales de los habitantes de este país, la intemperancia pasa con facilidad de las palabras a la acción y, conforme transcurre el tiempo, el hecho terrorista se va extendiendo como mancha de aceite por la integridad del territorio nacional. Por todos lados se oye el trotar, de la violencia.

La semana que pasó, con dos criaturas de cuatro años puestas al borde de la muerte por culpa de un cochebomba, entre apagones y sangre, puede prestar testimonio de lo errada que está la tesis del Perú como símbolo de gente pacífica y tolerante. Sin embargo, la violencia terrorista, con todo el horror que la acompaña, está lejos aún de significar un peligro inmediato para el Estado peruano. Es, eso sí, una pesadilla de la que no será fácil deshacemos mientras no hallemos un método eficaz para combatir al terrorismo; mientras los terroristas no cuenten con aliados en los políticos del gobierno -amigos entusiastas de la lucha armada en otros países- y en no pocos representantes de la Izquierda Unida, imposibilitados de entender que es absoluta la incompatibilidad entre democracia y terrorismo; mientras no se haga gobierno una democracia firme, sin concesiones a la demagogia.

Pero, con pesadilla o sin ella, entre petardos, apagones y sangre, el Perú ha de seguir su marcha. Y ya es hora de ir pensando en las elecciones de 1990, que están a la vuelta de la esquina, sobre todo para los sectores del centro democrático, todavía dispersos, desorientados e incapaces de asimilar la lección de las elecciones del 85 y las municipales recientes.

Sobre el tema, descarnadamente, vamos a hablar a continuación. Vamos a explicar por qué es insensato, por qué será un impío acto de suicidio el que vaya dividido a las elecciones el centro democrático; y por qué sigue siendo valedera la fórmula que lanzó OIGA, sin éxito, en las elecciones del 85: para ganar se necesita algo más que la alianza AP-PPC.

En las últimas semanas viene circulando un comentario del presidente Alan García que no puede ser más ajustado a la realidad. Y conste que el presidente, por errores que exhiba en diversos terrenos, es un eximio animal político, de olfato casi infalible. Un analista fuera de serie, cuyos aciertos políticos, así como su descomunal habilidad para encandilar a las masas, no son producto de magia o casualidad.

Alan García, según esos muy confiables rumores, ve así las elecciones del 90: El Apra no contará con un buen candidato y le será imposible remontar el desgaste de ser gobierno -él sí podría volver a llevar al partido a la victoria-; el centro es lo bastante ciego para no darse cuenta de que sólo unido puede aspirar al triunfo y esa ceguera hará que se presenten Belaúnde y Bedoya, por lo que el centro va perdido sin remedio; será, pues, Barrantes el candidato con mayor opción, si se desprende de su extrema izquierda. Que es, por otra parte, lo que está tratando de hacer el habilísimo ex alcalde, además de sonreírle a la clase media y de tranquilizar a los inversionistas y a los militares.

¿Será irreversible este pronóstico? ¿No tendrá remedio el fatalista dicho antiguo de que los dioses ciegan a quienes quieren perder? ¿La experiencia y más la experiencia reciente no sirve para nada, nada enseña?

No creemos que los dioses lleguen a tanta maldad ni que la experiencia sea inútil. Al contrario, estamos seguros de que los dioses serán benevolentes con el Perú e iluminarán la privilegiada mente del arquitecto Belaúnde, alentándolo a ejercer con majestad su patriarcado, a la vez que coronarán con laureles al doctor Bedoya, por su persistente coraje en defensa de la democracia y su indoblegable magisterio Cívico.

En otras palabras, el arquitecto Belaúnde -que ha alcanzado el sitial de reverenciado patriarca de todos los peruanos- y el doctor Luis Bedoya Reyes -el mejor y el más desprendido combatiente de la libertad que hayamos tenido-, deben comprender que, para ganar la batalla de las elecciones del 90 y de las municipales que las preceden, han de juntar fuerzas, no cediendo uno a favor del otro sino poniéndose los dos, activamente, al frente de una campaña cuyo premio ha de ser la consolidación de la democracia liberal y justiciera, el Perú próspero y socialmente desarrollado, por el que los dos han combatido desde siempre, sin dar ni pedir tregua. También les corresponde a los dos escoger al candidato de esa alianza que ha de ir más allá de Acción Popular y del PPC. La victoria del centro democrático está en manos de ellos. No dudamos que los dos alcanzarán la altura de su responsabilidad histórica.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - CUANDO LAS PALABRAS NADA SIGNIFICAN - Revista Oiga

ANONADADO, estupefacto tiene que quedar cualquier ciudadano común y corriente -y también quienes no son tan comunes ni corrientes- escuchando hablar a nuestros gobernantes de libertad y democracia rodeados del siniestro jefe de la policía nicaragüense, Tomás Borge; aliado de varios asesinos argentinos, reclamados en su país por los crímenes montoneros que dieron origen a la guerra sucia cuyo enjuiciamiento sigue conmoviendo al régimen del presidente Alfonsín; circundados por representantes de la guerrilla que trata de imponer por las armas en El Salvador el marxismo totalitario. Los líderes del Apra y del gobierno peruano, dichosamente sumergidos en un variopinto Congreso donde abundan los agitadores profesionales, hablan de libertad y democracia, como si éstos fueran términos comunes entre ellos y sus invitados de Coppal. ¡Como si la actividad partidaria pluralista fuera práctica corriente para los tiranuelos de la patria de Sandino, para los guerrilleros salvadoreños alentados por Moscú y La Habana -paraísos "democráticos"-, para los montoneros argentinos que hicieron del crimen una profesión!

Y a estos "demócratas", amigos de las pistolas y no de la libre crítica ni de las libertades individuales y colectivas, el Apra las convoca nada menos que para ¡condenar el terrorismo! El gobierno aprista reúne a los petardistas de América Latina para que anatematicen la violencia de Sendero contra el Apra, pero no otras violencias como las antiimperialistas, vaga denominación que sirve para denigrar por igual a los yanquis y a todo aquel que prefiera el diálogo a la confrontación.

¿Por qué, pues, Sendero ataca al Apra si están los dos en el mismo camino?". ¡He aquí la gran duda hamletiana del aprismo en el poder!

Se habla de respaldo papal a la tesis aprista de la deuda externa, pero se oculta que el Papa reclama entendimiento ético entre las partes y no agresión de una contra la otra, ya que la culpa estaría en los dos lados. Se exalta la palabra ética -sin querer entender su significado- y, a la vez, se opta por no recordar que los mismos que hoy se alzan contra los préstamos -"imperialistas y dominadores"- fueron los que ayer apostrofaban a las inversiones extranjeras -"que vienen a succionar nuestras riquezas" y reclamaban dinero -préstamos- "para ser nosotros los inversionistas, los dueños de nuestro destino".

Si en política nunca valieron mucho lass palabras, con el Apra no valen nada. Hoy pueden significar cualquier cosa y mañana lo contrario.

Se insiste en hablar de descentralización justo cuando se extrema el centralismo en a las decisiones del Estado y se centraliza más que nunca la atención en los ciudadanos de Lima.

Se habla, por ejemplo, de expropiación del Club de Golf de San Isidro y no se sabe si se piensa en el pago del justiprecio que señala el ordenamiento constitucional de la República o en una permuta de terrenos, que podría significar una expoliación. En el primer caso un disparate gigantesco, un despilfarro imperdonable con los dineros del Estado, ya que esos terrenos son los más caros de Lima. Y, en el segundo, un abuso si el canje no es equitativo; además de una insensatez, porque el despojo no haría sino generar desconfianza en los inversionistas, justo cuando se reclama que éste sea el año de las inversiones.

Y ya que hemos caído en el tema del verde, sigamos con él.

Cuando se comenta el despropósito de trasladar la Biblioteca Nacional del centro de la ciudad, del lugar donde fue fundada por el Libertador don José de San Martín, a un parque muy elegante pero muy apartado de las rutas de comunicación masiva, no falta quienes observan con malvada sonrisa al doctor Luis Alberto Sánchez calificando de bellacos e ignorantes a sus compañeros, porque no llegan a distinguir entre bibliotecas públicas, dedicadas a los lectores, y una biblioteca nacional, destinada a conservar el patrimonio bibliográfico de la nación. Las públicas, descentralizadas y abundantes si es posible; y, la nacional, al servicio de los investigadores, en su lugar histórico. A lo más, si fuere necesaria una ampliación de la Biblioteca que restauró Jorge Basadre, hacer uso de algún terreno cercano disponible o, como lo propone OIGA en las páginas interiores de esta edición, expropiando el Convento de San Francisco y sus aledaños cercanos al río Rímac; aledaños donde podría levantarse la construcción moderna que la técnica bibliográfica exigiera. De este modo, preservando la iglesia para el culto y algunos ambientes para la actividad parroquial, revaloraríamos uno de los tesoros arquitectónicos de Lima y se podrían transformar las pestilentes y abandonadas riberas del Rímac en un hermoso parque, fuente de salud y alegría, y no en la explanada de cemento que propone el alcalde Del Castillo para seguir concentrando en Lima a los habitantes del Perú. En lugar de destruir el más hermoso de los pulmones verdes que le quedan a la ciudad, construyamos otro que servirá para limpiar la atmósfera de los barrios que rodean el Palacio de Pizarro. Los árboles no sólo sirven para dar fruto. En las ciudades su mejor producto es el oxígeno, que es vital para la salud de la población. Además, la ornamentación, el decorado, alegra la vida.

En la expropiación del Golf de San Isidro, el verde es, sin embargo, el aspecto olvidado por muchos de los que se alegran con la lección sobre bibliotecas del doctor Luis Alberto Sánchez y por otros que no captan que lo esencial para la comunidad es la preservación ahora y siempre de esa bellísima área verde; sea al cuidado, como hoy, del Club de Golf -sin gasto alguno para el Estado- y mañana bajo cualquiera de las formas legales que le depare el futuro. Tratar de destruir ese grass y ese bosque es un delito contra la salud de la ciudad y cualquier edificación masiva -sea el Lincoln Center cultural de Armando Villanueva o cualquier otra biblioteca pública terminará inevitablemente por convertir la parte libre del parque en un basural y en una ruina las residencias que lo rodean. Esa es la verdad, no sólo nuestra sino de gran parte del mundo moderno. De allí que se alcen rejas y rejas alrededor de muchos parques famosos de Europa y América.

El ánimo de destruir lo verde, con más ahínco cuando es elegante y bello, la tendencia a aborrecer el árbol ornamental, sólo puede estar inspirado en algún escondido resentimiento, en complejos de envidia e inferioridad que no se explican por orígenes de pobreza o insatisfacciones juveniles. Somos muchísimos los que nada o muy poco hemos tenido en la niñez y no nos hemos dejado ganar por la envidia ni el rencor a los que tienen o tuvieron rango y riqueza. Ningún nuevo Perú surgirá del odio y el resentimiento. Tampoco de la confusión de las palabras ni de la adulteración de sus contenidos.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - LA POSTA DE VELASCO Y EL MENSAJE - Revista Oiga

SE hace ya monótono referirse a la elocuencia del presidente Alan García, ese nuevo encantador de multitudes que los pueblos del Perú han escogido como Presidente de la República. Sin embargo, el pasado 28 de julio, en su Mensaje, volvió el jefe de Estado a lucirse por el brillo de su palabra, la arrogancia del porte, la rotundidad de sus gestos, a pesar de un persistente y molesto resfrío que, en momentos, se hacía casi visible. No cabrían, pues, sino elogios a la forma como el doctor Alan García expuso el balance de su primer año de gobierno y los derroteros que señaló para el futuro. Con la belleza de su oratoria supo también darle fuerza -como san Pablo en la enumeración de sus penurias- al humilde reconocimiento de lo mucho que le queda por hacer al gobierno aprista. No le faltó al Mensaje el adecuado tono autocrítico para que se hiciera más convincente.

Pero no es al orador magistral a quien nos toca enjuiciar en estas líneas de oposición democrática; tampoco al agudo analista de nuestros problemas ni al punzante diagnosticador de nuestros males; sino al gobernante y a la ruta que le ha trazado a la nación.

Y, por desgracia, siguiendo las líneas maestras del elocuente Mensaje del presidente Alan García, sobre todo en el tema que él llama "central" de su intervención, se aprecia una consistente tendencia al control estatal de todas las actividades nacionales; lo que nos trae rápidamente a la memoria la muy cercana experiencia del general Velasco, a la que estuvieron estrechamente ligados varios de los más íntimos asesores del jefe de Estado, participantes al parecer en las notas preparativas del Mensaje presidencial; y de quienes se conocen públicas negativas a aceptar que, a pesar de sus buenas intenciones, el proyecto revolucionario velasquista resultó un gigantesco desastre. Da la impresión que estos señores, igual que varios significativos líderes apristas, consideraran que el fiasco de la "revolución" militar del 68 no se debió a una borrachera de estatismo sino a que no fue suficientemente amplia la intervención del Estado en la economía y en los planes de desarrollo. Pareciera que no fuera vana la sospecha de que en el gobierno del presidente Alan García va tomando fuerza la idea de que las "reformas" de los militares no tuvieron éxito porque les faltó ser más radicales y porque no contaron con la participación aprista; por lo que, ahora, ha llegado la ocasión de reemprender el camino de ese fracaso, cuidadosamente eso si, exhibición de los objetivos, no sea que el recuerdo espante a. quienes siguen dispuestos a poner el hombro y sus capitales en el Perú. Todavía resuenan en la memoria de muchos los aplausos apristas a las "revolucionarias" decisiones del general Velasco, lamentando solamente que se tomaran sin el consentimiento del Apra.

Dirán muchos que exageramos en nuestro comentario y que, al revés, el presidente ha dado muestras en este Mensaje de haber madurado, de sentir el peso de la responsabilidad de ser jefe de Estado, de haber comprendido que el sosiego es mejor consejero que la ansiedad. Y quién sabe no les falte razón a estos críticos de nuestra crítica. Pero si bien es cierto que en el Mensaje se ven amenguados ciertos ímpetus presidenciales y, sobre todo, se advierte que los consejeros velasquistas han tenido que mascar el freno del habilísimo político que es Alan García ¿cómo se pueden explicar las filosofías o ideologías que encierran las claves del Mensaje?

¿Qué es eso de la necesidad de "afirmar una posición antimperialista" para reducir la inflación? ¿Qué significa "desligamos de la teoría liberal e imperialista del Fondo Monetario Internacional", institución de la que somos y continuaremos siendo miembros, igual que distintos países capitalistas y comunistas? ¿Por qué "la desdolarización tiene un claro sentido antimperialista"? ¿Por qué "necesitamos una economía de resistencia al imperialismo" y a qué se debe el que "para afirmar la democracia" el país tenga que ser "claramente consciente de la necesidad de una economía de resistencia nacional al imperialismo"? ¿Qué significa la "propuesta de una economía nacional antimperialista pero democrática" que está entre "los objetivos que ante ustedes ratifico" y por qué "impulsar la agricultura es hacer una verdadera política antimperialista y democrática"?

¿A qué imperialismo se refiere el doctor Alan García, quien por otra parte envolvió su discurso con la palabra revolución, y cuál es la varita mágica del antimperialismo, que baja inflaciones y resuelve los problemas de cualquier pobreza?

Sin duda, de ninguna manera se refiere al soviético, ya que el presidente siempre le pone rostro capitalista al imperialismo y menos todavía al de Pachacútec, Inca con el que se entusiasmó "al evocar su gran destino imperial y la fuerza de su avance... "

La segunda República que con toda humildad está fundando el presidente Alan García tiene al frente sólo un imperialismo.

enfrenta Nicaragua -de allí el compromiso centroamericano del gobierno aprista- y contra el que no supo alzarse la primera República -"centralista y limeña" ni las efímeras Patrias Nuevas que se interponen entre una y otra.

Vemos, pues, que si los jóvenes tecnócratas de Ulloa, empapados en libros universitarios ajenos a la realidad peruana, nos llevaron "sabiamente" al desastre económico que está todavía a la vista, los consejeros del presidente García -también con textos extranjeros en mano y esta vez con el apoyo del radicalismo aprista nos están introduciendo en soluciones ideológicas que ya conocimos del 68 al 75 y que resultaran tan catastróficas y folclóricas como aquellas. No hay cómo dudarlo: son las mismas recetas y los mismos doctores.

Nadie pondrá en duda, por ejemplo, que las siguientes palabras están escritas en el Mensaje presidencial del 28 de julio: "La revolución es un proceso que se desarrolla para transformar el sistema político, económico y social de un país y cancelar nuestra condición de sociedad subdesarrollada, capitalista, oligárquica y sometida a los intereses del imperialismo"... Son, sin embargo, las primeras frases de las "Bases Ideológicas" del proceso "revolucionario" militar que se inició en 1968 y que hasta hoy no se corrige.

El Apra, en lugar de aprender con la historia en los ojos, en vez de sacar lecciones del desastre que significó la experiencia antimperialista del 68, pareciera estar dispuesta a tomar la posta del estatismo velasquista y que aspirara a controlar todas las actividades ciudadanas. Por ese camino, tarde o temprano, sucumbirá a su tentación totalitaria al igual que el proceso militar, que también se ufanó de ser "una revolución en libertad"; terminará en negación de lo que es hoy: una democracia promisora de días venturosos para la República, si se sabe guiar por la sensatez y el realismo y no por embelecos ideológicos antimperialistas. Ojalá que estas líneas, de honesta oposición democrática, sirvan para nuevas reflexiones presidenciales.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - TAMBIÉN TERESA ALCAZAR ES UN SER HUMANO - Revista Oiga

UNO titulares desafortunados -lo reconocemos- han sido motivo para que nos lluevan protestas en favor de un joven minusválido que, por culpa de esos titulares, aparecía en OIGA vinculado al truculento "descuartizador que la prensa amarilla o las autoridades que la alimentan ha inventado para sembrar histeria en Lima (¿y hacer que su población olvide por vía del temor y el pánico, las carencias en los mercados y otros apremios").

Se trata de titulares elaborados al cierre de la edición, con informes preliminares sobre lo ocurrido a la señorita Teresa Alcázar, que son reflejo de nuestra escasa credibilidad en la campaña "descuartízadora": titulares con los que queríamos llamar la atención sobre un hecho que nos parecía y nos parece alarmante; que un individuo - minusválido o no- se deslice en el interior de una vivienda con una cuerda para "tomar el pulso" a una jovencilla solitaria y esté acompañado por misteriosos automóviles que lo esperan a cierta distancia. Desgraciadamente, sin advertirlo, ya que en OIGA no se acostumbra a tocar temas policiales, nos deslizamos en el escándalo, pecado que tanto criticamos en cabeza ajena y terminamos -sin quererlo- dañando la imagen del joven Mateo Pereyra y afectando los sentimientos de sus familiares y amigos. Lamentamos, pues, lo ocurrido.

Pero también lamentamos la virulenta y nada reflexiva reacción de quienes han salido en defensa de Mateo Pereyra con ofensivas cartas que llegan a la impertinencia, como en el caso del padre y el hermano -lo que las hace impublicables-, o pecan de ingenuas, como la del señor Manuel Cuadros Barr, que califica de "insidioso reportaje" a la nota de Uri Ben Schmuel - ¿puede haber insidia contra alguien que no se conoce?- y de "incidente banal" al hecho de que al joven minusválido le dé por "jugar a ser médico y a curar a las personas enfermas" -como dice el hermano de Mateo Pereyra- introduciéndose sigilosamente en casas ajenas, bajo la protección de otras personas que se esconden en automóviles. Por lo demás, Manuel Cuadros no hace sino repetir lo que ya escribió Elvira Gálvez en "El Comercio"; una emotiva defensa de los derechos humanos de Mateo Pereyra que nos obliga a hacer un examen de conciencia y a pedir disculpas a los afectados -a quienes no reconocimos sino hasta después de la publicación- y a explicarnos ante nuestros lectores.

Sin embargo, puestos de lado el lamentable titular de la crónica y el más deplorable aún de la carátula, nos reafirmamos en el contenido general de lo escrito por nuestro redactor, Uri Ben Schmuel. Se trata de una nota en la que se describe lo sucedido de la manera más sobria y objetiva posible. Los testimonios dados por fuentes policiales son asimismo auténticos y no invención del cronista.

No nos guió pues ningún afán subalterno de primicia vendedora ni quisimos fabricar un "monstruo". y creemos que la carta que publicamos a continuación, escrita por la señorita Teresa Alcázar, la agraviada por este triste episodio, sitúa las cosas en su justa perspectiva. Porque aún subsiste un punto que es necesario aclarar; ¿quiénes son las personas que acompañaron a Mateo Pereyra en sus dos intentos de "tomarle el pulso" a la señorita Alcázar? Creemos que el padre de Mateo y sus amigos deberán traducir en hechos la preocupación y el cariño que les suscita Mateo Pereyra y cuidar que gentes no bien intencionadas puedan aprovecharse de su condición de minusválido. Un joven en su estado no puede deambular solo o en mala compañía por las calles. Con la sicosis que vive Lima a causa de los crímenes que a diario se cometen, esos intentos de "tomar el pulso" pueden acabar en tragedia. A continuación la carta de la agraviada.

Señor director:
Al leer el diario "El Comercio", en la sección cultural del día miércoles 29, un artículo titulado "A Mateo todos lo conocemos" me veo obligada a escribir esta carta. Yo a Mateo Pereyra no lo conocí haciendo publicidad para la Camerata Orfeo ni tocando flauta dulce. Yo ví a una persona que ingresó en mi domicilio particular portando un cordón y diciendo que quería "tomarme el pulso" y pregunto: ¿debí creer que se trataba de una inocentada y dejar que siga el "juego"? Si la persona que escribió el artículo de "EI Comercio" o alguna otra viviera una situación similar, ¿cómo habría reaccionado si irrumpe en su casa un individuo desconocido, de 1.90, con aspecto evidentemente no sano que luego huye en un automóvil seguido de otro en el que había tres personas? ¿Cómo hubiera reaccionado si el mismo desconocido regresa a los dos días para intentar nuevamente "tomar el pulso"?

Pienso que en vez de criticar a OIGA por haber relatado lo sucedido, la gente que dice preocuparse por Mateo Pereyra -empezando por su padre, quien vino para amenazarme y acusarme de intento de secuestro- debería velar por él. Evitar que salga solo y regrese de noche a su casa sin saber dónde o con quiénes estuvo. ¿Qué habría sucedido si yo, en legítima defensa, disparaba cuando Mateo Pereyra irrumpió por segunda vez en mi domicilio? Al escribir esta carta, no sólo pienso en mí ni en otras personas a las que puede intentar "tomar el pulso" sino también en él. Porque esta vez se salvó de una trágica muerte, pero la próxima vez puede ocurrir algo irreparable si quienes están encargadas de velar por él no lo hacen, ni se preocupan en averiguar quiénes son los individuos que lo acompañaban, gente que quizá quiera utilizarlo con no sanos propósitos.
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Su padre, en vez de decir -como lo dijo en la puerta de mi casa, a voz en cuello, y delante de testigos- que iba a vengarse de mí y mover influencias y que ahora iba a complicársele la vida por tener que cuidar a Mateo, debería reflexionar y cambiar de actitud.

Lo único que yo pido es poder salir a la calle o estar en mi casa sin temor a que el padre de Mateo quiera "vengarse". Lo único que yo quiero es vivir sin el temor que él o sus desconocidos o acompañantes regresen de nuevo para querer "tomarme el pulso".

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ¿POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS? - Revista Oiga

LA semana pasada esta revista recibió la visita de gente que nos venía a espiar; que se interesaba, al parecer, entre otras cosas, por averiguar sobre nuestras fuentes de información en asuntos relacionados con la compra de armas o las inmoralidades de la administración pública. Además, según algunos, la extraña visita tuvo el propósito de amedrentar a este casi solitario islote de la oposición.

En todo caso, cualesquiera hayan sido los planes de nuestros visitantes nocturnos de la semana pasada, el hecho es gravísimo y está demás preguntar quiénes habrán sido sus inspiradores. Se podría decir que están a la vista. Aunque bueno es aclarar el comportamiento del ministro del Interior, ingeniero Abel Salinas, quien de inmediato, diligentemente, se preocupó de damos protección e hizo que se iniciaran las investigaciones de la PIP, que hasta entonces se nos negaban, porque kafkianamente, como en las más siniestras películas policiales, el hecho no existía a pesar de nuestra denuncia y la presencia de la propia PIP en las oficinas de OIGA luego del extraño "registro" a nuestros escritorios. Lo que prueba que a ese nivel ministerial y, desde luego, a instancias superiores, no ha habido complicidad en lo sucedido. Son decisiones que se producen, como se dice en Cuba, "por la libre".

Pero, por la libre o por orden de mandos intermedios, el hecho, repetimos, es gravísimo. Es la libertad de prensa la que está siendo agraviada, no la revista OIGA. Lo ocurrido en estas oficinas significa que hay en el gobierno aprista gente con voluntad de ejercer presión y vigilancia sobre lo que se informa y piensa en los periódicos. Significa que los métodos policiales están listos para reemplazar a los métodos democráticos, que lay elementos en el partido aprista que están prontos a emplear cualquier medio -aún la eliminación de la libertad para alcanzar lo que ellos consideran los grandes objetivos del Apra. Y esto es caer en la tentación totalitaria, Es comenzar a montar el trágico destino que describe Ernesto Sábato cuando explica cómo los medios indignos pueden ir haciendo desparecer a los más nobles objetivos hasta reemplazarlos, hasta hacer de la indignidad policial un fin.
Lo ocurrido la semana pasada en OIGA es un aviso, es una muestra de lo que pensarían hacer ciertos militantes apristas para dominar, a los medios de difusión, es una señal de alarma para todo el periodismo, no sólo al opositor, ya que nunca se sabe, en un mundo totalitario, qué es lo que el poder quisiera considerar oposición.

Las campanas de la libertad de prensa están doblando. Y no es cuestión de preguntar por quién doblan. Doblan por todos: revistas, diarios, televisiones, radios. Doblan por la libertad de los que escriben y de los que leen, de los que hablan y de los que escuchan, de los que filman y de los que ven lo filmado. Las campanas de la libertad han comenzado a doblar en el Perú.

Pero como no estamos hablando de muertes físicas, el doblar de las campanas no significa que nos hallemos ante un hecho irreversible. La libertad morirá si dejamos que la maten, si nos dedicamos a callar, si abandonamos nuestros puestos de combate. Y, aún así, siempre la libertad estará lista a dejar la muerte, a retornar, a demostrar que es consustancial al hombre y a su dignidad.

Esto lo deben pensar muy seriamente los muchos, muchísimos apristas, tanto del llano como de la cumbre, que creen en la democracia sin recortes, que ven con desagrado cualquier atentado contra la libertad de prensa, aún los muy hipócritas o muy sofisticados, y que aplauden con entusiasmo las repetidas declaraciones de respeto al periodismo y a la libertad de expresión del presidente Alan García. Ellos, sobre todo el presidente, pueden hacer mucho en la corrección de estos disparos "por la libre" que, esta vez, han alcanzado a OIGA Mañana o pasado puede ser cualquier otro medio al que, "a la libre", se quiera amedrentar, silenciar o anular. ¿O no será que ya se está haciendo con más de uno sin extrañas visitas nocturnas?

Pero no sigamos especulando. Lo que nos corresponde es seguir en la trinchera, en el combate. Aquí estamos.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - POR MAL CAMINO ANDAMOS - Revista Oiga

PODRIA parecer -nos decían algunos amigos- que, en nuestro afán de ser fieles a la tarea de oposición al régimen que tenemos trazada, estemos cayendo en excesos de bandería y resulte así nuestra crítica poco democrática y constructiva a ojos desatentos al acontecer político. Y por temor a que sean muchos los que piensen de esta manera, perdimos algunas horas la semana pasada, haciéndonos un examen de conciencia sobre nuestra conducta frente al gobierno. La conclusión a que llegamos -muy subjetiva naturalmente- es simple: aunque es verdad que le hemos escatimado elogios al nuevo régimen no hemos dejado de reconocer con largueza sus aciertos y virtudes y si más espacio y más vigor le ha correspondido a la crítica es porque, en bien de la continuidad democrática, hemos estado atentos a las equivocadas orientaciones de la administración García y a sus errores, que han sido y son muy abundantes, reiterados y sumamente peligrosos para el porvenir democrático y republicano del Perú.

Los efectos de esos yerros, en el campo interno, los estamos viendo en los mercados vacíos y en las precipitadas medidas correctivas que se toman, todas ellas costosísimas por las divisas que se derrochan para las importaciones en avión de carnes, papas, maíz y arroz y porque la afluencia sin barreras aduaneras de productos extranjeros, destinados a salvar del hambre a Lima, llevan a la ruina y a la miseria a los productores agrícolas provincianos. La guerra contra el acaparamiento y la especulación que son hechos reales no se hace con irreales controles de precio ni con medidas policíacas. Por lo menos así no funciona la regulación del mercado en los sistemas democráticos y así lo entienden muchos líderes apristas como el propio ministro enunciante, Barturén, y el senador Torres Vallejo, quien hace muy lúcidos enérgicos planteamientos en una entrevista exclusiva para OIGA que publicamos páginas más adelante. Los controles policiacos de precios irreales en posibles en las irreales economías de las dictaduras marxistas leninistas, donde los problemas de costos de producción no se registran y donde la soplonería es una institución que convierte en cárceles a esos países. Países que, a ojos vista, están siendo cortejados por el gobierno del doctor Alan García, no se sabe si para imitarlos, para mendigarles un voto en los improductivos foros del Tercer Mundo o para ampliar nuestras divergencias con el mundo desarrollado.

Y aquí sí que los desatinos del gobierno pasan de alarmantes y son para poner los pelos de punta. En años idos no hace mucho fuimos testigos muy directos del riesgo que corrió el Perú de caer en la órbita comunista. Eran los tiempos de la Primera Fase militar y no faltaron entonces barcos cubanos de pesca, visitas a Piongyang, armamentos soviéticos. Se trata del paño que ya conocemos, de un peligro que fue sorteado gracias al gesto desprendido de algunos oficiales encabezados por el general Bobbio y a la conciencia que en ellos fuimos creando los que desde tiempo atrás habíamos advertido la infiltración roja en el gobierno militar. Fue una tarea de filigrana y de entendimientos entre desconocidos, de Pimpinela Escarlata, que algún día se historiará.

Hoy, esos mismos fantasmas rondan nuestro país.

Y no es que estemos en desacuerdo con que se restablezcan relaciones a alto nivel con Cuba. Nosotros no tenemos por qué compramos los pleitos Cuba-EEUU. Pero lo menos que se debía hacer antes de ese restablecimiento, por elemental dignidad nacional, era exigir un desagravio público a las repetidas ofensas de Fidel Castro y su gente al Perú -incluído nuestro actual presidente- y una mínima concesión en la pertinaz negativa cubana a dar salvoconducto a los asilados en nuestra embajada en La Habana. Volviendo a traicionar nuestros compromisos históricos con la institución del asilo, igual que en años pasados, nuevamente entregamos a gente asilada en territorio peruano a la policía de Castro. Así no se hace diplomacia con dignidad. Es humillante recibir como desagravio el regalo de dos lanchas y el "préstamo" de dos barcos arrastreros para que ayuden a aliviar el hambre de los peruanos, uno de ellos precisamente pretexto -con ocasión de su semihundimiento en el Callao en los años setenta- para algunas de las más graves ofensas de Fidel al Perú. Esto es una burla agraviante no un desagravio.

Tampoco entendemos la visita del primer ministro del Perú a Cuba y menos aún los compromisos allí adquiridos. ¿Entre esos compromisos está el que a los dos arrastreros "prestados" lo sigan otros, como está ocurriendo, que llegan a pescar en nuestro mar sin solicitar permiso de la Marina peruana? ¿Qué tienen que aprender nuestros cañeros en la isla caribeña para que, solícito, el premier Alva Castro prometa enviar a tecnificarse en Cuba a trabajadores y dirigentes de las cooperativas azucareras? Por si no lo sabe el ministro, en técnica de caña más tienen que aprender los cubanos aquí que nosotros allá. Esto desde siempre. Y en cuanto a que pueda encontrarse en Cuba alguna posible enseñanza empresarial -como pretende el gobierno aprista- es algo que no logramos captar: ¿sabe el ministro Alva Castro que el sistema comunista, que es el que rige en Cuba, no tiene cómo conjugarse en punto alguno con el modo empresarial que es de uso en el Perú? ¿O es que se piensa que nosotros adoptemos el sistema cubano y es por eso que se enviarán cañeros peruanos a Cuba, a entrenarse en su nueva vida?

Da la impresión que podríamos estar ingresando a la dimensión desconocida.

No otra cosa se puede pensar al ver las carantoñas que se les hacen a los asesinos libios y la alegre visita del viceministro del Interior y otras autoridades a Corea del Norte, para asesorarse allí, en esa satrapía, en cuestiones de seguridad y para comprar allí, en uno de los centros mundiales del terrorismo, armas destinadas -según parece- a que la policía peruana se defienda del maoísta Sendero Luminoso. En fin, un delirante jeroglífico, al que se une el desayuno con la OLP en Palacio, que nos es imposible descifrar; pero que nos advierte tiempos muy malos para la República. Nuestra obligación es, pues, estar atentos, reclamando sensatez y rogando se abandonen los malos caminos tomados, no sabemos si con el propósito de asustar al "imperialismo" yanqui o de copiar el "paraíso" de los países sometidos a Moscú.