En todo caso, cualesquiera hayan sido los planes de nuestros visitantes nocturnos de la semana pasada, el hecho es gravísimo y está demás preguntar quiénes habrán sido sus inspiradores. Se podría decir que están a la vista. Aunque bueno es aclarar el comportamiento del ministro del Interior, ingeniero Abel Salinas, quien de inmediato, diligentemente, se preocupó de damos protección e hizo que se iniciaran las investigaciones de la PIP, que hasta entonces se nos negaban, porque kafkianamente, como en las más siniestras películas policiales, el hecho no existía a pesar de nuestra denuncia y la presencia de la propia PIP en las oficinas de OIGA luego del extraño "registro" a nuestros escritorios. Lo que prueba que a ese nivel ministerial y, desde luego, a instancias superiores, no ha habido complicidad en lo sucedido. Son decisiones que se producen, como se dice en Cuba, "por la libre".
Pero, por la libre o por orden de mandos intermedios, el hecho, repetimos, es gravísimo. Es la libertad de prensa la que está siendo agraviada, no la revista OIGA. Lo ocurrido en estas oficinas significa que hay en el gobierno aprista gente con voluntad de ejercer presión y vigilancia sobre lo que se informa y piensa en los periódicos. Significa que los métodos policiales están listos para reemplazar a los métodos democráticos, que lay elementos en el partido aprista que están prontos a emplear cualquier medio -aún la eliminación de la libertad para alcanzar lo que ellos consideran los grandes objetivos del Apra. Y esto es caer en la tentación totalitaria, Es comenzar a montar el trágico destino que describe Ernesto Sábato cuando explica cómo los medios indignos pueden ir haciendo desparecer a los más nobles objetivos hasta reemplazarlos, hasta hacer de la indignidad policial un fin.
Lo ocurrido la semana pasada en OIGA es un aviso, es una muestra de lo que pensarían hacer ciertos militantes apristas para dominar, a los medios de difusión, es una señal de alarma para todo el periodismo, no sólo al opositor, ya que nunca se sabe, en un mundo totalitario, qué es lo que el poder quisiera considerar oposición.
Las campanas de la libertad de prensa están doblando. Y no es cuestión de preguntar por quién doblan. Doblan por todos: revistas, diarios, televisiones, radios. Doblan por la libertad de los que escriben y de los que leen, de los que hablan y de los que escuchan, de los que filman y de los que ven lo filmado. Las campanas de la libertad han comenzado a doblar en el Perú.
Pero como no estamos hablando de muertes físicas, el doblar de las campanas no significa que nos hallemos ante un hecho irreversible. La libertad morirá si dejamos que la maten, si nos dedicamos a callar, si abandonamos nuestros puestos de combate. Y, aún así, siempre la libertad estará lista a dejar la muerte, a retornar, a demostrar que es consustancial al hombre y a su dignidad.
Esto lo deben pensar muy seriamente los muchos, muchísimos apristas, tanto del llano como de la cumbre, que creen en la democracia sin recortes, que ven con desagrado cualquier atentado contra la libertad de prensa, aún los muy hipócritas o muy sofisticados, y que aplauden con entusiasmo las repetidas declaraciones de respeto al periodismo y a la libertad de expresión del presidente Alan García. Ellos, sobre todo el presidente, pueden hacer mucho en la corrección de estos disparos "por la libre" que, esta vez, han alcanzado a OIGA Mañana o pasado puede ser cualquier otro medio al que, "a la libre", se quiera amedrentar, silenciar o anular. ¿O no será que ya se está haciendo con más de uno sin extrañas visitas nocturnas?
Pero no sigamos especulando. Lo que nos corresponde es seguir en la trinchera, en el combate. Aquí estamos.
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