La verdad nunca se apaga

La columna vertebral de todo medio de comunicación la constituyen sus editoriales, es decir los principios y opiniones que sustentan y defienden sus editores. En el caso de “Oiga”, la sección editorial tuvo siempre una expresión clara y rotunda, no solo enjuiciando sino dando alternativas. La búsqueda de los ¿por qué? Siempre preocuparon a Igartua y sus colaboradores, sin dejar de lado –por supuesto- el ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? que configuran al buen periodismo. Las palabras, como las promesas, suelen ser efímeras en boca de algunas personas; los editoriales de Oiga, en cambio, permanecen aún incólumes, vigentes, con la plenitud de su carga testimonial para incomodidad de muchos protagonistas de la escena política, porque si bien Igartua ya ha muerto su palabra aún vive.

lunes, 10 de agosto de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - TAMBIÉN TERESA ALCAZAR ES UN SER HUMANO - Revista Oiga

UNO titulares desafortunados -lo reconocemos- han sido motivo para que nos lluevan protestas en favor de un joven minusválido que, por culpa de esos titulares, aparecía en OIGA vinculado al truculento "descuartizador que la prensa amarilla o las autoridades que la alimentan ha inventado para sembrar histeria en Lima (¿y hacer que su población olvide por vía del temor y el pánico, las carencias en los mercados y otros apremios").

Se trata de titulares elaborados al cierre de la edición, con informes preliminares sobre lo ocurrido a la señorita Teresa Alcázar, que son reflejo de nuestra escasa credibilidad en la campaña "descuartízadora": titulares con los que queríamos llamar la atención sobre un hecho que nos parecía y nos parece alarmante; que un individuo - minusválido o no- se deslice en el interior de una vivienda con una cuerda para "tomar el pulso" a una jovencilla solitaria y esté acompañado por misteriosos automóviles que lo esperan a cierta distancia. Desgraciadamente, sin advertirlo, ya que en OIGA no se acostumbra a tocar temas policiales, nos deslizamos en el escándalo, pecado que tanto criticamos en cabeza ajena y terminamos -sin quererlo- dañando la imagen del joven Mateo Pereyra y afectando los sentimientos de sus familiares y amigos. Lamentamos, pues, lo ocurrido.

Pero también lamentamos la virulenta y nada reflexiva reacción de quienes han salido en defensa de Mateo Pereyra con ofensivas cartas que llegan a la impertinencia, como en el caso del padre y el hermano -lo que las hace impublicables-, o pecan de ingenuas, como la del señor Manuel Cuadros Barr, que califica de "insidioso reportaje" a la nota de Uri Ben Schmuel - ¿puede haber insidia contra alguien que no se conoce?- y de "incidente banal" al hecho de que al joven minusválido le dé por "jugar a ser médico y a curar a las personas enfermas" -como dice el hermano de Mateo Pereyra- introduciéndose sigilosamente en casas ajenas, bajo la protección de otras personas que se esconden en automóviles. Por lo demás, Manuel Cuadros no hace sino repetir lo que ya escribió Elvira Gálvez en "El Comercio"; una emotiva defensa de los derechos humanos de Mateo Pereyra que nos obliga a hacer un examen de conciencia y a pedir disculpas a los afectados -a quienes no reconocimos sino hasta después de la publicación- y a explicarnos ante nuestros lectores.

Sin embargo, puestos de lado el lamentable titular de la crónica y el más deplorable aún de la carátula, nos reafirmamos en el contenido general de lo escrito por nuestro redactor, Uri Ben Schmuel. Se trata de una nota en la que se describe lo sucedido de la manera más sobria y objetiva posible. Los testimonios dados por fuentes policiales son asimismo auténticos y no invención del cronista.

No nos guió pues ningún afán subalterno de primicia vendedora ni quisimos fabricar un "monstruo". y creemos que la carta que publicamos a continuación, escrita por la señorita Teresa Alcázar, la agraviada por este triste episodio, sitúa las cosas en su justa perspectiva. Porque aún subsiste un punto que es necesario aclarar; ¿quiénes son las personas que acompañaron a Mateo Pereyra en sus dos intentos de "tomarle el pulso" a la señorita Alcázar? Creemos que el padre de Mateo y sus amigos deberán traducir en hechos la preocupación y el cariño que les suscita Mateo Pereyra y cuidar que gentes no bien intencionadas puedan aprovecharse de su condición de minusválido. Un joven en su estado no puede deambular solo o en mala compañía por las calles. Con la sicosis que vive Lima a causa de los crímenes que a diario se cometen, esos intentos de "tomar el pulso" pueden acabar en tragedia. A continuación la carta de la agraviada.

Señor director:
Al leer el diario "El Comercio", en la sección cultural del día miércoles 29, un artículo titulado "A Mateo todos lo conocemos" me veo obligada a escribir esta carta. Yo a Mateo Pereyra no lo conocí haciendo publicidad para la Camerata Orfeo ni tocando flauta dulce. Yo ví a una persona que ingresó en mi domicilio particular portando un cordón y diciendo que quería "tomarme el pulso" y pregunto: ¿debí creer que se trataba de una inocentada y dejar que siga el "juego"? Si la persona que escribió el artículo de "EI Comercio" o alguna otra viviera una situación similar, ¿cómo habría reaccionado si irrumpe en su casa un individuo desconocido, de 1.90, con aspecto evidentemente no sano que luego huye en un automóvil seguido de otro en el que había tres personas? ¿Cómo hubiera reaccionado si el mismo desconocido regresa a los dos días para intentar nuevamente "tomar el pulso"?

Pienso que en vez de criticar a OIGA por haber relatado lo sucedido, la gente que dice preocuparse por Mateo Pereyra -empezando por su padre, quien vino para amenazarme y acusarme de intento de secuestro- debería velar por él. Evitar que salga solo y regrese de noche a su casa sin saber dónde o con quiénes estuvo. ¿Qué habría sucedido si yo, en legítima defensa, disparaba cuando Mateo Pereyra irrumpió por segunda vez en mi domicilio? Al escribir esta carta, no sólo pienso en mí ni en otras personas a las que puede intentar "tomar el pulso" sino también en él. Porque esta vez se salvó de una trágica muerte, pero la próxima vez puede ocurrir algo irreparable si quienes están encargadas de velar por él no lo hacen, ni se preocupan en averiguar quiénes son los individuos que lo acompañaban, gente que quizá quiera utilizarlo con no sanos propósitos.
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Su padre, en vez de decir -como lo dijo en la puerta de mi casa, a voz en cuello, y delante de testigos- que iba a vengarse de mí y mover influencias y que ahora iba a complicársele la vida por tener que cuidar a Mateo, debería reflexionar y cambiar de actitud.

Lo único que yo pido es poder salir a la calle o estar en mi casa sin temor a que el padre de Mateo quiera "vengarse". Lo único que yo quiero es vivir sin el temor que él o sus desconocidos o acompañantes regresen de nuevo para querer "tomarme el pulso".

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