Los efectos de esos yerros, en el campo interno, los estamos viendo en los mercados vacíos y en las precipitadas medidas correctivas que se toman, todas ellas costosísimas por las divisas que se derrochan para las importaciones en avión de carnes, papas, maíz y arroz y porque la afluencia sin barreras aduaneras de productos extranjeros, destinados a salvar del hambre a Lima, llevan a la ruina y a la miseria a los productores agrícolas provincianos. La guerra contra el acaparamiento y la especulación que son hechos reales no se hace con irreales controles de precio ni con medidas policíacas. Por lo menos así no funciona la regulación del mercado en los sistemas democráticos y así lo entienden muchos líderes apristas como el propio ministro enunciante, Barturén, y el senador Torres Vallejo, quien hace muy lúcidos enérgicos planteamientos en una entrevista exclusiva para OIGA que publicamos páginas más adelante. Los controles policiacos de precios irreales en posibles en las irreales economías de las dictaduras marxistas leninistas, donde los problemas de costos de producción no se registran y donde la soplonería es una institución que convierte en cárceles a esos países. Países que, a ojos vista, están siendo cortejados por el gobierno del doctor Alan García, no se sabe si para imitarlos, para mendigarles un voto en los improductivos foros del Tercer Mundo o para ampliar nuestras divergencias con el mundo desarrollado.
Y aquí sí que los desatinos del gobierno pasan de alarmantes y son para poner los pelos de punta. En años idos no hace mucho fuimos testigos muy directos del riesgo que corrió el Perú de caer en la órbita comunista. Eran los tiempos de la Primera Fase militar y no faltaron entonces barcos cubanos de pesca, visitas a Piongyang, armamentos soviéticos. Se trata del paño que ya conocemos, de un peligro que fue sorteado gracias al gesto desprendido de algunos oficiales encabezados por el general Bobbio y a la conciencia que en ellos fuimos creando los que desde tiempo atrás habíamos advertido la infiltración roja en el gobierno militar. Fue una tarea de filigrana y de entendimientos entre desconocidos, de Pimpinela Escarlata, que algún día se historiará.
Hoy, esos mismos fantasmas rondan nuestro país.
Y no es que estemos en desacuerdo con que se restablezcan relaciones a alto nivel con Cuba. Nosotros no tenemos por qué compramos los pleitos Cuba-EEUU. Pero lo menos que se debía hacer antes de ese restablecimiento, por elemental dignidad nacional, era exigir un desagravio público a las repetidas ofensas de Fidel Castro y su gente al Perú -incluído nuestro actual presidente- y una mínima concesión en la pertinaz negativa cubana a dar salvoconducto a los asilados en nuestra embajada en La Habana. Volviendo a traicionar nuestros compromisos históricos con la institución del asilo, igual que en años pasados, nuevamente entregamos a gente asilada en territorio peruano a la policía de Castro. Así no se hace diplomacia con dignidad. Es humillante recibir como desagravio el regalo de dos lanchas y el "préstamo" de dos barcos arrastreros para que ayuden a aliviar el hambre de los peruanos, uno de ellos precisamente pretexto -con ocasión de su semihundimiento en el Callao en los años setenta- para algunas de las más graves ofensas de Fidel al Perú. Esto es una burla agraviante no un desagravio.
Tampoco entendemos la visita del primer ministro del Perú a Cuba y menos aún los compromisos allí adquiridos. ¿Entre esos compromisos está el que a los dos arrastreros "prestados" lo sigan otros, como está ocurriendo, que llegan a pescar en nuestro mar sin solicitar permiso de la Marina peruana? ¿Qué tienen que aprender nuestros cañeros en la isla caribeña para que, solícito, el premier Alva Castro prometa enviar a tecnificarse en Cuba a trabajadores y dirigentes de las cooperativas azucareras? Por si no lo sabe el ministro, en técnica de caña más tienen que aprender los cubanos aquí que nosotros allá. Esto desde siempre. Y en cuanto a que pueda encontrarse en Cuba alguna posible enseñanza empresarial -como pretende el gobierno aprista- es algo que no logramos captar: ¿sabe el ministro Alva Castro que el sistema comunista, que es el que rige en Cuba, no tiene cómo conjugarse en punto alguno con el modo empresarial que es de uso en el Perú? ¿O es que se piensa que nosotros adoptemos el sistema cubano y es por eso que se enviarán cañeros peruanos a Cuba, a entrenarse en su nueva vida?
Da la impresión que podríamos estar ingresando a la dimensión desconocida.
No otra cosa se puede pensar al ver las carantoñas que se les hacen a los asesinos libios y la alegre visita del viceministro del Interior y otras autoridades a Corea del Norte, para asesorarse allí, en esa satrapía, en cuestiones de seguridad y para comprar allí, en uno de los centros mundiales del terrorismo, armas destinadas -según parece- a que la policía peruana se defienda del maoísta Sendero Luminoso. En fin, un delirante jeroglífico, al que se une el desayuno con la OLP en Palacio, que nos es imposible descifrar; pero que nos advierte tiempos muy malos para la República. Nuestra obligación es, pues, estar atentos, reclamando sensatez y rogando se abandonen los malos caminos tomados, no sabemos si con el propósito de asustar al "imperialismo" yanqui o de copiar el "paraíso" de los países sometidos a Moscú.
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