La verdad nunca se apaga

La columna vertebral de todo medio de comunicación la constituyen sus editoriales, es decir los principios y opiniones que sustentan y defienden sus editores. En el caso de “Oiga”, la sección editorial tuvo siempre una expresión clara y rotunda, no solo enjuiciando sino dando alternativas. La búsqueda de los ¿por qué? Siempre preocuparon a Igartua y sus colaboradores, sin dejar de lado –por supuesto- el ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? que configuran al buen periodismo. Las palabras, como las promesas, suelen ser efímeras en boca de algunas personas; los editoriales de Oiga, en cambio, permanecen aún incólumes, vigentes, con la plenitud de su carga testimonial para incomodidad de muchos protagonistas de la escena política, porque si bien Igartua ya ha muerto su palabra aún vive.

sábado, 21 de diciembre de 2013

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL – “ADIOS Y BIENVENIDA” – Revista Oiga 30/07/85

Nos toca despedir a un gobernante que ha logrado cumplir el lapso completo de su mandato popular -¡hecho inusitado en nuestro medio- y dar la bienvenida a quien lo reemplaza, también por voluntad del pueblo.

Al primero, a Fernando Belaúnde Terry, nada le debemos en el terreno personal. Ni siquiera logramos recibir, como recibieron otros, alguna reparación por las clausuras y requisas sufridas por OIGA durante la dictadura militar. Tanto el doctor Schwalb como el doctor Alayza Grundy no pudieron hallar un resquicio legal que nos hiciera justicia. Nos cabe también la distinción de ser la única empresa periodística a la que no se le devolvieron sus talleres, asaltados en la primera fase de la revolución castrense. Hasta hoy -26 de Julio en que escribimos estas líneas, seguimos entrampados en las redes de los términos judiciales. Tampoco podemos agradecer al gobierno que despedimos alguna ley que favorezca el establecimiento y desarrollo de empresas periodísticas independientes.

Sin embargo, si es de justicia decir que nunca antes se respetó tanto la libertad de los medios de expresión para informar, opinar y hasta injuriar. En este punto, el gobierno del arquitecto Belaúnde llegó al extremo de abdicar a su deber de hacerse respetar conforme a ley.

También se ha dicho, y es cierto, que el presidente Belaúnde no logró imponer orden en el país, que en estos años ha habido desgobierno. Pero en su descargo se podría responder preguntando: ¿Existe a nuestro alrededor, en la integridad de América Latina, un solo gobernante que haya logrado un imponer su autoridad en medio de la crisis económica que agobia a toda la región? ¿O es que alguien en el Perú prefiere un dictador al estilo Pinochet o Fidel Castro, que sí son dos gobernantes que gobiernan, aunque sin resolver tampoco la crisis económica, aplicando el silencio policial, amordazando a la libertad?

Y habría que añadir, luego de las preguntas, que, a pesar de todo, nadie en el Perú ha construido más que el presidente Belaúnde, Es impresionante la obra de infraestructura que deja a su sucesor en carreteras, electricidad, escuelas, centros habitacionales, irrigaciones. Una obra gigantesca que ha repartido millones y millones de salarios, o sea de comida para el pueblo. Y aunque gobernar no sólo es construir muchas veces dijimos que era eso y algo más, menos todavía es hablar y no hacer.

El tiempo, no nosotros, dirá la última palabra sobre el presidente Belaúnde.

También el tiempo -en este caso los próximos meses y años­ nos irán descubriendo si fue fundada o no la esperanza despertada por el doctor Alan García en millones y millones de peruanos. Mientras tanto, a quienes tenemos contacto con el público, sea desde la oposición o él oficialismo, nos corresponde seguir alentando esa esperanza. La posta democrática no debe detenerse, porque sólo por ese derrotero, adaptándolo cada vez más a nuestra realidad chola, lograremos la justicia con dignidad a la que aspiran todos los pueblos.

El doctor Alan García tiene abierto el porvenir y no debe descorazonarse por algunos primeros traspiés. Tampoco indignarse con la crítica. El que desde la oposición se le diga, por ejemplo, que no debe ser apresurado en sus declaraciones, porque ya es presidente de la República y porque lo que diga o calle un presidente puede tener graves consecuencias, no significa otra cosa que advertirle un peligro en el que no debe caer, como cayó cuando dio rienda suelta a sus simpatías por el gobierno de Nicaragua y amenazó con incorporarse al Grupo de Contadora. La tajante respuesta de los cancilleres de ese Grupo -México, Venezuela, Panamá y Colombia- rechazando la injerencia peruana en su labor pacificadora y la consecuente ausencia de los presidentes Monge y Lusinchi a la transmisión de mando en Lima, le habrán servido para apreciar que no eran desestimables las advertencias de prudencia que se le hacían y que no siempre hay mala fe en la crítica opositora.

¡Bienvenido, señor presidente García!